miércoles, 25 de diciembre de 2013

Enrique Verástegui - Salmo.


Yo vi caminar por las calles de Lima a hombres y mujeres
carcomidos por la neurosis,
hombres y mujeres de cemento pegados al cemento aletargados
confundidos y riéndose de todo.
Yo vi sufrir a estas pobres gentes con el ruido de los claxons
sapos girasoles sarna asma avisos de neón
noticias de muerte por millares una visión en la Colmena
y cuántos, al momento, imaginaron el suicidio como una ventana
a los senos de la vida
y sin embargo continúan aferrándose entre
marejadas de Válium
y floreciendo en los maceteros de la desesperación.
Esto lo escribo para ti animal de mirada estrechísima.
Son años-tiempo de la generación psicótica,
hemos conocido todas las visiones de Kafka y Gregory Samsa
pasea con Omar recitando silbando fumando mariguana
junto al estanque en el parque de la Exposición – carne
alienada por la máquina y el poder de unos soles
que no alcanzan para leer Alcools de Apollinaire[1].
Recién ahora comprendo mañana reventare como esos gatos
aplastados contra la yerba
y las cosas que ahora digo porque las digo ahora
en tiempos de Nixon – malísimos para la poesía
-corrupción de los que fueron elegidos como padres – gerentes
controlando el precio de los libros
de la carne y toda una escala de valores que utilizo
para limpiarme el culo.
Yo vi hombres y mujeres vistiendo ropas e ideas vacías
y la tristeza visitándolos en los manicomios.
Y vi también a muchos gritando por más fuego desde los auto-
buses[2]
y entre tanto afuera
el mundo aún continúa siendo lavado por las lluvias,
por palabras como estás que son una fruta para la sed.

[1] Unos soles de más o de menos
son unos soles de más o de menos en las arcas del espanto.
[2] pero nadie tuvo una luz para aliviar la pesadilla
para aliviar el horror.

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