Es otra vez de
noche
y en general
la casa duerme.
Una voz en la
radio
dice últimas
palabras.
Me entretengo
con el humo
y me ocurren mil
fantasías
y ninguna tiene
que ver
con recostarme
tranquilamente
en la cama
y dormir.
Entre tantos
papeles
terminaré siendo
un escritor
y fijo mi mirada
en la lejanía
y dejo que la
historia del hombre
irrumpa
con la violencia
de su sino
mi noche.
Enciendo
cigarrillos a mansalva
uno detrás de
otro como si fueran
centelleantes
granadas contra los opresores.
Desde hace
millones de años
el hombre vive
de rodillas.
Las granadas
estallan en mi rostro.
Primitivas
presencias
pueblan mi noche
de salvajes ritos.
Ceremonias donde
la muerte
siempre es una
canción
sublime y
misteriosa.
Bestias
indomables
semejantes al
hombre
por la torpeza
de sus
movimientos
danzan a mi
alrededor
iracundos
silvestres.
En un mal
castellano
me dicen que su
jefe
quiere charlar
conmigo.
Sentado en mi
cama escribiendo
pido que dejen
de rugir tambores
que cese la
danza
que me dejen
escribir este poema.
El hombre tiene
hambre y sed desde milenios.
Somos ese hombre
hambriento y sediento poeta
cantad con
nosotros:
Venimos de la
Mesopotamia
y del Caribe
y buscando la
perfección hemos llegado
hasta los mundos
que se esconden
por encima del
cielo
y no hemos
encontrado nada.
Siempre hay un
hombre que tiene hambre.
Siempre hay un
hombre que se muere de sed.
Aquí mismo poeta
en tu casa
anidan el
opresor y el oprimido.
Sentado sobre mi
cama escribiendo
les digo a los
salvajes
que ya es noche
tarde
que por favor
dejen de danzar
que necesito
hundirme entre
las letras
mi hambre
mi única sed.
Dejaron de
danzar
y el que se
destacaba
por su tremenda
humanidad
me fulminó con
su mirada.
¿Quién es más
cruel?
Poeta
¿Quién más
salvaje?
El que muere
peleando
por un trozo de
pan
o el que no
muere nunca.
Quién producirá
el exterminio
poeta.
Mis armas o tus
versos.
Y ahora poeta
deja la pluma
echa a andar y
piensa.
Sentado sobre mi
cama
escribiendo
le digo al
salvaje
que no quiero
irme de mi pieza
y que siempre
supe que pensar
no era necesario
y que deseo
es la última vez
que se lo digo
seguir
escribiendo este poema.
Antes de
continuar me detengo
en la
inteligencia del salvaje:
habla bien y mientras
habla
deja escapar
entre las palabras
el aliento
para que todo
suene vital
desgarrador.
Yo soy el hombre
grita la bestia
encadenada
y tú poeta ¿eres
el hombre?
Escribir para
quién
dónde los amigos
y dónde los
enemigos.
Dime poeta
¿tu canto
necesita del
futuro
para ser?
Ese poema que
escribes
contra todo
a quién le
servirá.
A ver poeta un
verso
que me diga
ahora mismo
¿qué es el
hombre?
Sentado sobre mi
cama escribiendo
me doy cuenta
que la
inteligencia del salvaje
terminará
quemando
todos mis
papeles escritos
en esa hoguera
que fueron
construyendo
a mi alrededor
sus palabras.
Dejo de escribir
lo miro
fijamente a los ojos
y murmuro sus
propias palabras
en un solo verso
un hombre
en un solo verso
un hombre
y me decido a
escribir ese verso.
Sostengo con mi
mirada
la mirada del
salvaje
y con rápidos
movimientos
tomo la
ametralladora
y disparo varias
ráfagas
sobre el cuerpo
del salvaje
que con los ojos
desorbitados
por el asombro
cae
para morir y
desaparecer.
Sentado sobre mi
cama escribo ahora
con la seguridad
de quien ha
llegado a la cima:
Un poeta asesinó
su hombre
para escribir
este poema
y eso
es un hombre.
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