miércoles, 21 de agosto de 2013

Juan-Jacobo Bajarlía - Yo era todos los hombres


¿Quién era yo?
¿Quién era aquél que al amanecer transitaba las calles
         deshilachadas buscando al hombre que juntaba mujeres
         como monedas de oro para desmenuzar?
¿Quién era el dueño de la corrupción que abría caminos en los
         viejos prostíbulos para instalar las oficinas del hambre?
¿Quién, desde lo alto de las paralelas, arrojaba la sal de la muerte
         para sazonar otras vidas que se arrastraban como una
         anfisbena de dos cabezas?
¿Quién era aquél que barajaba hombres como barajas en el juego
         inacabable de la vida y la muerte?
Yo me levanté desde un hospital donde el juego también es a
         morir y vi las camas insomnes donde los enfermos pedían
         por la vida cuando ya estaban muertos.
Yo amanecí sin voz y sin ideas y vi las mesas donde se
         consultaban los pactos con el Diablo.
Y yo vi a los hacedores de vida que intercambiaban palabras con
         pócimas a la espera de que el muerto hablara del milagro
         y luego se durmiera en esa otra vida que no está en la vida.
Corrí por oscuros laberintos donde el dolor festejaba la muerte
         para aplacar el infierno que caía lentamente de un gotero.
Y vi los monstruos del día final filtrados desde las botellitas
         numeradas que yacían al lado de las camas.
Y al Diablo que también caía desde el gotero para festejar
         el triunfo que espera todos los días desde el amanecer.
La vida y la muerte es un juego de cubiletes que el Diablo agita
         con su pulso incandescente.

Yo era entonces todos los hombres.

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